Este año tuvimos unas Navidades diferentes, tuvimos la gran suerte de acoger en nuestras casas a jóvenes que venían al encuentro de Taizé.
Todos los años, con motivo de las peregrinaciones de Confianza iniciadas por el Hermano Roger, se organiza un encuentro en alguna ciudad de Europa; es un encuentro de oración, de profundización en la fe, de ecumenismo, de experiencia con las familias… al fin y al cabo, de vivir como hermanos.
En algunas casas de nuestra parroquia acogimos a dos, o tres, o incluso más jóvenes (y no tan jóvenes: sacerdotes, encargados de pastoral de juventud, etc.) sin que ello supusiera grandes complicaciones, sobre todo viendo cómo los acogidos en seguida se adaptaban, colaboraban y participaban con total naturalidad en los escasos momentos que estaban en nuestras casas. Y aunque el idioma en ocasiones nos impedía comprender al 100%, la comunicación no verbal, las sonrisas, las miradas, los gestos… suplían con creces y nos permitían disfrutar al 200% la experiencia con el hermano.
Por otro lado, todos podíamos acompañarlos en las celebraciones del Encuentro: oraciones, talleres, charlas, encuentros de reflexión, vigilia, misas, etc. Fue fructífero y gratificante.
El colofón de las celebraciones fue la Vigilia por la Paz en Nochevieja y la fiesta posterior enseñando a tomar las uvas a los ucranianos, bailando una canción compuesta por belgas con los polacos y aprendiendo a bailar africano con los franceses del África tropical.
En fin, una experiencia muy positiva que nos ha llenado de alegría y que queríamos compartir.
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